El ADN ambiental (eDNA) permite detectar especies marinas a partir de rastros en el agua, sin necesidad de verlas. Esta herramienta de vanguardia será usada para buscar a la damisela de Galápagos, no vista desde 1983. Es una nueva forma de proteger la biodiversidad antes de que desaparezca.
¿Qué pasaría si pudiéramos detectar una especie sin verla? ¿Y si, con solo una muestra de agua, pudiéramos saber si sigue viva, aunque nadie la haya visto en décadas? Esa es la promesa del ADN ambiental (eDNA): una herramienta científica que está transformando la forma en que buscamos y protegemos la vida marina.
Estudiar la biodiversidad casi siempre depende de lo que podemos ver. Y aunque en tierra tecnologías como las cámaras trampa han permitido monitorear especies difíciles de observar, bajo el agua buscar vida marina es mucho más complejo.
¿Cómo rastrear a una especie rara en el vasto océano, especialmente si no ha sido vista en años? En un entorno que cambia rápidamente por el impacto del clima, esa pregunta se vuelve cada vez más urgente. En el océano —más profundo, más difícil de alcanzar, a veces oscuro— muchas especies desaparecen sin que nadie lo note. No porque dejemos de buscarlas, sino porque nuestros métodos ya no bastan.
Hoy, una herramienta puede ayudarnos a responder esa pregunta: el ADN ambiental, o eDNA. Aunque suene técnico, el concepto es más sencillo de lo que parece. Así como un detective puede saber si alguien estuvo en una habitación al encontrar su ADN en un objeto, el eDNA funciona de forma similar. Las especies marinas dejan rastros invisibles en el agua —escamas, mucosa, fragmentos de piel— y al analizarlos, podemos saber si una especie estuvo allí, incluso si nadie la vio. Es como hacer ciencia forense en el océano.
El cambio climático y los eventos extremos están alterando aceleradamente los océanos. Las temperaturas aumentan, el nivel del mar sube y la acidificación alcanza niveles sin precedentes. El plancton desaparece. Los corales mueren. Y con ellos, se tambalea toda la red de vida marina.
En este contexto, algunas especies habitan zonas remotas o han visto caer sus poblaciones a niveles tan bajos que ya no es tan fácil encontrarlas. Pero es posible que estén ahí, sin que lo sepamos. El eDNA ofrece una nueva esperanza: nos ayuda a detectar su presencia a partir de rastros mínimos, incluso cuando no logramos observarlas directamente.
En Japón, investigadores lograron estimar cuántos peces habitaban la bahía de Maizuru sin atraparlos, simplemente midiendo la cantidad de eDNA en el agua. Así identificaron incluso a la anguila japonesa, una especie notoriamente difícil de observar.
En Estados Unidos, científicos del Atlántico confirmaron la presencia del esturión atlántico, una especie en peligro de extinción, en ríos donde no se lo había visto en décadas. Esta evidencia permitió proteger su hábitat y ajustar las políticas de conservación a tiempo.
El eDNA ya está salvando especies. Ahora, tenemos la oportunidad de aplicar esta tecnología en uno de los ecosistemas más frágiles y emblemáticos del planeta: Galápagos.
En Galápagos, esta herramienta se vuelve crucial. La damisela de Galápagos, un pez endémico no visto desde 1983, podría estar extinta… o no.
Y ahora, en lugar de solo esperar a verla, los científicos planean buscar su rastro en el agua.
Una nueva expedición impulsada por la comunidad científica aplicará esta tecnología en sitios estratégicos donde alguna vez se registró la especie. La esperanza no está en verla nadar, sino en encontrar su huella molecular flotando en el agua. Esa pequeña señal podría ser el principio de su regreso.
En Galápagos Conservancy creemos en el poder de la ciencia para proteger incluso lo invisible. Por eso respaldamos y acompañamos este tipo de investigaciones: porque generan conocimiento, movilizan decisiones y nos permiten actuar antes de que sea demasiado tarde.
Este es un llamado a todos los que creen que proteger la biodiversidad no es solo responsabilidad de los científicos, sino de una comunidad global. Lo que está ocurriendo en Galápagos puede, y debe, servir como modelo.
Porque si podemos anticipar pérdidas, si podemos salvar una especie antes de que se desvanezca, debemos hacerlo.
En un mundo que tiende a reaccionar, el eDNA nos ofrece una oportunidad poco común: prevenir.
Y tú puedes ser parte de esta historia.
La próxima especie que salvemos puede estar suspendida ahora mismo en una gota de mar.
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